El Partido Popular
(PP) celebrará su XVIII Congreso
Nacional el próximo fin de semana, los días 10, 11 y 12 de febrero, en el
recinto de la Caja Mágica, en Madrid,
en un ambiente exento de tensiones y con la sensación de que nada importante
cambiará en relación a las políticas que los populares han venido desarrollando
hasta la fecha desde hace cerca de 5 años, a pesar de haber perdido la mayoría
absoluta en el Parlamento.
Las polémicas internas que precedieron al anterior cónclave,
celebrado en Valencia, en el que se
visualizó un tira y afloja entre los partidarios de Mariano Rajoy y José María
Aznar, han desaparecido. En el PP parece
que aprendieron bien la máxima que se atribuye al exdirigente socialista Alfonso Guerra, “el que se mueva no
sale en la foto”. Después de haber sufrido durante muchos años las
consecuencias de permanentes luchas
intestinas, ahora el panorama interno se presenta como una balsa de aceite y
todos los sectores, que los hay, guardan silencio y se dedican a lavar los
trapos sucios en su casa.
Mariano Rajoy. |
Además, no hay nada
que cohesione más a un partido que la estancia en el poder y sobre todo la
hipotética convocatoria de nuevas elecciones generales, si la oposición,
mayoritaria en el Congreso de los
Diputados, no permite a Rajoy mantener
las reformas realizadas en la anterior legislatura, que el propio presidente del Gobierno ha marcado como
líneas rojas que no aceptará que se
sobrepasen durante la nueva situación parlamentaria que obliga a una
negociación permanente.
En todo caso, en medios populares sí reconocen la existencia
de diferencias internas, incluso se admite que hay un amplio sector de afiliados
y simpatizantes que cuestionan la figura de Mariano Rajoy, para la que verían con buenos ojos un relevo a medio
plazo y que fuera reemplazado de cara al próximo proceso electoral. Piensan que
habría que cambiar el cartel del Partido
Popular.
Pero el agua no
llegará al río. Rajoy ya advirtió en
su momento que no quería “ni líos, ni ruidos”. Todo el debate se centrará en
determinados aspectos de las políticas sociales, como por ejemplo la maternidad
subrogada o la custodia compartida, que enfrentan a los sectores del PP más
reaccionarios con los que son considerados como “los modernos”, en cuyas filas se podría señalar a nombres como el
vicesecretario Javier Maroto, que
contaría con el respaldo de barones territoriales como el gallego Alberto Núñez Feijóo o la madrileña Cristina Cifuentes.
La idea es transmitir a los ciudadanos que el Partido Popular es el “partido de la mayoría”
y el único que, desde el centro-derecha, ofrece estabilidad y seguridad a los
españoles, que según distintos estudios sociológicos reclaman, por encima de
todo, moderación y mucho diálogo.
Dentro del escenario descrito la única cuestión que aparece
pendiente es la ratificación, o no, de María
Dolores de Cospedal, como secretaria general de los populares. Todas las
fuentes, apuestan por la continuidad de la actual titular del Ministerio de Defensa que,
compatibilizaría así ambos cargos, aunque se produciría un traspaso de
competencias a favor de Fernando
Martínez-Maillo, actual vicesecretario general, que sería propuesto como
coordinador general y que realizaría la gestión ejecutiva ordinaria desde
Génova, que en realidad ya viene desarrollando desde la ascensión de Cospedal al frente de la cúpula
militar. Otras fuentes barajan la posibilidad de que la todapoderosa vicepresidenta del Gobierno, Soraya
Sáenz de Santamaría, lograse colocar a un hombre de su confianza en la sede
central de los populares. Se trataría del vasco Alfonso Alonso, metido ahora de lleno en la política de Euskadi. Esta sería una de las pocas
sorpresas del cónclave del PP, por
otra parte bastante improbable.
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