El ínclito Mariano
Rajoy se ha quitado la careta. Después de días y días proclamando la
irresponsabilidad, torpeza y falta de sentido de Estado por no poner freno a la
posibilidad de que deban convocarse unas terceras elecciones generales, allá
por diciembre, hoy ha tenido la incoherencia de decir textualmente "si hay
que ir a elecciones, se va y el PP ganará con muchos más votos".
Y se ha quedado tan fresco, como si la noche anterior
hubiera tenido una visión que ha despejado todos los peligros con los que
trataba de asustar a los españoles. Las posibles multas de Bruselas, los
problemas ocasionados por la inexistencia de nuevos Presupuestos Generales,
hasta la sombra del impago de las pensiones, se han evaporado por arte de
magia.
Rajoy, que en el municipio lucense de San Cibrao se ha manifestado como "un extremista del sentido
común, que es lo que más se necesita en la política española", no ha
dudado en poner en solfa el trabajo del líder del PSOE, Pedro Sánchez, para construir una alternativa sumando apoyos en
toda la oposición, aritméticamente posible.
La actuación de Rita
Barberá y, ahora también, por ejemplo, las inaceptables declaraciones del
ministro del Interior, Jorge Fernández
Díaz, señalando que "algunos pretenden ganar la Guerra Civil muchos
años después", le están haciendo un flaco favor a las posibilidades de
quedarse en La Moncloa, al tiempo, que está acallando las voces críticas, entre
ellas las de la baronesa Susana Díaz, que no terminaban de
entender la postura del “no es no”, que parece compartir la mayoría de la
militancia socialista, según diversas encuestas.
Una vez pasada la reválida del 25-S, que a mi juicio tendrá
poco que ver con el proceso de formación del nuevo Gobierno de España, el
Comité Federal del PSOE, ya convocado para el día 1 de octubre, tendrá en sus
manos desalojar del poder al ínclito citado al inicio de este escrito.
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