La consternación y el temor que ha afectado a la aldea
global, que es el mundo, tras la indiscutible victoria electoral en USA de Donald Trump, se antoja como un buen caldo de cultivo para que
anide la reacción al fenómeno político y social que impera en buena parte de
las grandes democracias, la desafección.
El maestro IñakiGalilondo lo exponía con meridiana claridad esta misma mañana en su tribuna
de la Cadena SER, cuando decía que el triunfo del candidato republicano en Estados Unidos, o ahora desunidos, es tan sólo el síntoma de un
gravísimo problema, que es el gran malestar que sienten muchos de los
ciudadanos (marginados o en riesgo de exclusión) y que lo expresan por el medio
más a su alcance. “La enfermedad es el rechazo de las élites, el malestar social, el desapego democrático”, decía Gabilondo.
Donald Trump. |
Lo vimos con el resultado del referéndum sobre el Brexit en la Gran Bretaña, el que se realizó sobre la paz en Colombia y ahora con el inesperado
triunfo de Trump. Y lo peor de la
situación es que se está bajo la amenaza del efecto contagio, que se podría
visualizar en las próximas elecciones presidenciales de Francia y en las legislativas en Alemania.
No hace falta ir más allá de los Pirineos para empezar a
preocuparse ante este escenario. Lo que pasa en la piel de toro lo señalaba
bien el escritor y poeta Benjamín Prado,
“Ni charanga, ni pandereta: España se ha convertido en un país triste,
resignado, entre pasivo e indiferente y, sobre todo, más partidario de lo malo
conocido que de resolverlo”.
Por lo que la tarea urgente que tiene la sociedad, en este
caso la española, es la de rearmarse sin más dilación, para hacer frente al
virus de la desafección. En esta
labor tienen un papel decisivo los medios de comunicación, cuyo rol ha sido
puesto en cuestión en los últimos meses, sobre todo, por sus presuntas
vinculaciones con los llamados poderes fácticos.
Pero frente a los medios tradicionales están los que
propician, de una manera u otra, la obligación de la transparencia, los medios
digitales, a los que, irresponsablemente, quiere acallar, con medidas legales,
el aparato del Estado, que parece servir solo a los intereses de la derecha.
Hoy, más que nunca, se hace buena la consigna #SinPeriodismoNoHayDemocracia.
Pero periodismo del bueno, de investigación, del que no tiene ataduras, del que
vela siempre por los intereses públicos.
También es menester fomentar la participación ciudadana, por
los medios que sea, sin denostar la protesta
pacífica en las calles, a la que tanto miedo tiene el poder establecido y
las élites, ya citadas. Mientras
tanto también habría que seguir trabajando en los terrenos de la educación y la
formación, medios más seguros, pero lentos, que deben lograr el objetivo de una
sociedad que recupere la ilusión y el afecto por la democracia.
Por esta vía se debe lograr recuperar el poder para la
política, en manos del mundo financiero, al tiempo que la convicción de que
existe un nuevo horizonte que se hace difícil vislumbrar por la rapidez de los grandes
cambios que, sin duda, se están produciendo y que parecen imprevisibles.
Aunque debe asentarse la idea de que antes nos enfrentamos a
situaciones iguales o peores de las actuales. En este sentido, como forma de
arrancar el desánimo, me viene a la cabeza la célebre frase de Salvador Allende “Sigan ustedes
sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por
donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor".
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