Los inesperados, para la gran mayoría, resultados de las
elecciones autonómicas andaluzas del 2-D,
se pueden analizar desde diversas perspectivas, pero estoy convencido de que la
abstención, un 41,35 por ciento, 2.602.546 andaluces no votaron, frente a los
3.691.859 que sí lo hicieron (58,65 por ciento), es la madre de todos los
análisis.
Candidatos a la presidencia de la Junta de Andalucía. |
Pero lo que toca ahora preguntarse es por qué casi la mitad
de los electores andaluces decidieron dejar de ejercer su derecho al voto y
mirar para otro lado, quizá pensando que el proceso electoral les era
completamente ajeno.
La respuesta está en el caldo de cultivo que han creado los propios políticos, que viven
rodeados de un mundo artificial, diseñado por sus equipos, y que tienen poco
que ver con la realidad y los intereses de la mayoría de los ciudadanos. Aquí
encajaría el hecho de que el Partido
Popular (PP) haya perdido más de 300.000 votos en los comicios de la
jornada del domingo.
En el caso del PSOE,
que ha perdido más de 400.000 votos, a este factor hay que añadirle la
desafección de sus fieles votantes que han puesto de manifiesto su rechazo a la
candidata Susana Díaz y todo lo que
ella representa. La falta de renovación interna, tras el triunfo de Pedro Sánchez en las primarias socialistas, y su negativa a
confeccionar listas electorales de integración del llamado sector sanchista, han sido los ingredientes que
han puesto en bandeja la bomba que ha hecho saltar por los aires casi 40 años
de régimen socialista.
La abstención habría sido todavía mayor si los electores,
con menor activismo político, habrá que analizar con cuidado esta causa, no se
hubieran agarrado a la tabla de salvación que les han ofrecido tanto Ciudadanos como Vox. Dos fuerzas que, con más o menos crudeza, ofrecían lo que
muchos querían oír. Me refiero a su preocupación por la cuestión catalana y el miedo infundado a que la inmigración les
terminará quitando el pan de sus hijos. Un fenómeno nada novedoso ya que se
viene repitiendo en las elecciones que se celebran a lo largo y ancho del mundo
libre y que ahora, Andalucía no ha
conseguido ser ajena.
No me olvido de Podemos,
también seriamente afectado por la crisis interna que supuso el triunfo de los
postulados anticapitalistas de Teresa
Rodríguez, la prueba está en que su unión con Izquierda Unida no ha sumado diputados, sino todo lo contrario, y
que, posiblemente, su electorado haya optado por otros partidos, por ejemplo de
carácter ecologista, o sumarse al castigo que siempre supone la abstención.
No es momento para hacerse cruces, sino para analizar en
profundidad los datos y convencerse que la política sólo es útil cuando de
verdad defiende y representa los intereses de la ciudadanía, de uno u otro
color. Una vez más, se demuestra que las intrigas palaciegas, las componendas y
los férreos intereses de los aparatos
partidarios son carne de fracaso. También, por supuesto, es la hora de asumir,
de una vez, responsabilidades.
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