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sábado, 26 de julio de 2025

Mujeres espías

 

Mi acercamiento al mundo del espionaje me ha permitido conocer la biografía de mujeres que participaron en misiones que ponían, en la mayoría de los casos, su vida y la de los suyos en peligro, casi siempre a causa de sus ideales políticos y sociales. Es importante destacar que el papel de las mujeres en el espionaje durante la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial no fue reconocido y valorado en su momento, y sólo en las últimas décadas se ha comenzado a destacar su labor y contribución en este ámbito. Aunque no fueron muchas, sus contribuciones fueron significativas y se realizaron en situaciones de gran peligro y riesgo.


Portada de la novela La mujer que murió en el frío.


Entre todas ellas se puede destacar a África de las Heras, natural de Ceuta y nacida en 1909, que fue una militante comunista española nacionalizada soviética y una destacada espía del NKVD-KGB cuyo nombre en clave era Patria. El escritor uruguayo Felisberto Hernández se casó con África de las Eras sin saber que era una espía. Ella lo usó para radicarse en Montevideo, donde montó una gran red de espías soviéticos. Nunca olvidó lo que le dijeron en la Lubianka en 1941, «Siempre es más difícil guardar un secreto que arrebatárselo al enemigo».

Larissa Swirski, descendiente de la familia Romanov, huyó de la Revolución Rusa y se estableció en España tras casarse con el aviador español Manuel Romero Hume. Inicialmente colaboró con los alemanes en el área del Estrecho de Gibraltar, pero en 1943, al conocer las atrocidades nazis, decidió convertirse en agente doble para los británicos. Su hija, Liana Romero Swirski, la ayudó en sus misiones, convirtiéndose en una de las espías más jóvenes de la contienda. La gallega Araceli González Carballo fue una enfermera, espía doble española. Junto a su primer marido, el célebre Joan PujolGarbo’ fueron claves para conseguir hacer creer a Hitler y al mando alemán, que las tropas aliadas iban a entrar a Europa continental por Calais y no por Normandía, permitiendo el éxito del Desembarco de Normandíaal final de la Segunda Guerra Mundial.

Marina Vega de la Iglesia, natural de Cantabria, fue espía, luchadora antifranquista y caza nazis. Entró en la red española de las Fuerzas Francesas Libres, al servicio de Charles de Gaulle, con sólo 17 años. Trabajó para la Resistencia francesa, primero desde España contra el dictador Francisco Franco, y después en Francia. «Tenías una pastilla de cianuro. Si pasaba el peligro, la escupías. Si no, la tragabas. Es una muerte automática», declaró al diario El País en una entrevista realizada en el año 2008.

Eustacia María Caridad del Río Hernández es conocida, sobre todo, por ser la madre de Ramón Mercader, la persona que mató a León Trotsky en México y por participar supuestamente también en el atentado. Los servicios soviéticos de espionaje la captaron y se convirtió en uno de sus agentes en España, al igual que su hijo, que fue entrenado específicamente para eliminar a Trotsky. Tras el asesinato, Ramón fue apresado y Caridad huyó a la Unión Soviética. Muchos historiadores describen a Caridad como una fanática comunista que seguía con obediencia ciega los dictados de Stalin. Caridad murió en París, donde vivió sus últimos años con el resto de sus hijos, gracias a una pensión del gobierno soviético.

Pilar Millán Astray, una figura ensombrecida por ser la hermana mayor del general Millán Astray. Durante la Primera Guerra Mundial se quedó viuda y con tres hijos a su cargo. Ya que se movía en los círculos de la alta sociedad aprovechó sus relaciones para captar información para los servicios secretos alemanes que le pagaban 1.000 pesetas por cada informe. Toda una fortuna para la época. Esta gallega, que escribió cerca de medio centenar de libros y que dirigió el Teatro Muñoz Seca de Madrid durante la República, en 1936 fue encarcelada en la prisión para damas que puso en marcha el gobierno republicano en Alaquas, Valencia, por su apoyo a los militares sublevados. Murió en Madrid en 1949.

Aline Griffith, condesa de Romanones, nació en una familia de clase media de Nueva York, a finales de los ochenta desveló haber trabajado para la OSS y, después, se incorporó a la CIA, pero entró a formar parte de la alta aristocracia española tras su matrimonio con Luis de Figueroa y Pérez de Guzmán el Bueno, tercer conde de Romanones. Llegó a España como parte de su trabajo como espía. Según describe en sus memorias, fue captada por los servicios secretos estadounidenses y enviada a nuestro país donde conoció a su futuro esposo. En España comenzó descifrando códigos y llegó a manejar una pequeña red de agentes. Sus lujosas fiestas se hicieron legendarias en Madrid y le dieron ocasión de tratar con numerosas celebridades.

Margarita Ruiz de Lihory y Resino, marquesa de Villasante, baronesa de Alcalalí y San Juan de Mosquera y condesa de Val del Águila, fue una pintora, periodista y espía española. Tras abandonar a su marido e hijos, Miguel Primo de Rivera le encargó misiones de espionaje en el Marruecos español, donde conoció al general Franco, a quien salvaría la vida en dos ocasiones, y al dirigente de la resistencia rifeña contra España Abd-el-Krim y acabó convirtiéndose en agente doble, tanto para el dirigente marroquí, como para el general español.

Otro nombre propio es el de Lola Pardo, que con 17 años junto a su hermana mayor, Pilar, se involucraron en el mundo del espionaje. Llevaban en tren documentos desde Canfranc hasta Zaragoza. Hija del vigilante del túnel ferroviario de Canfranc, Joaquín Pardo Gavín, Lola siempre confraternizó con los franceses que vivían en la Aduana Internacional, por lo que se ganó su confianza. El espionaje británico escogió este paso fronterizo para crear una red de espías vascos, aragoneses y franceses que informaban de las maniobras del ejército alemán y del paso de mercancías, como el oro requisado por los nazis, que entraba y salía de España. Fue una red de espionaje clave durante la guerra. La familia de Lola y Pilar era amiga de Albert Le Lay, el jefe en Canfranc de la aduana francesa. Éste era espía de los aliados y colaboraba con la Resistencia francesa. Le Lay les propuso a Lola y a su hermana que cooperaran. Lola Pardo ocultó su faceta de espía incluso a su marido, que era guardia civil. Lola, que era modista de Canfranc, acabó en 2001 con 60 años de silencio. Desveló que había sido colaboradora de los aliados y que transportó secretos militares en tren desde su localidad natal hasta Zaragoza, donde los entregaba a un cura castrense llamado páter Planillos. «Nos aconsejaron no llevar nunca maletas. Por eso nos repartíamos los sobres con mi hermana y los metíamos dentro de la faja, que entonces se llevaba mucho», explicó a los medios de comunicación Lola Pardo.


RED ALAVA

Bittori Etxeberria, Itziar Mujika, Delia Lauroba y Tere Verdes fueron cuatro mujeres que vivieron en diferentes lugares de Euskadi y Navarra durante el franquismo. A simple vista eran mujeres de a pie, cada una con su oficio. Itziar era sombrerera en San Sebastián; Bittori empleada de una fonda en Baztan; Tere, hija de un librero en Bilbao y Delia, ama de casa y esposa de un oficial de la Ertzaintza. Las cuatro guardaban un secreto, fueron las precursoras de la 'Red Álava', una red de espionaje que entre 1937 y 1940 se dedicaba a trasladar información confidencial entre las cárceles y el Gobierno vasco, entonces en el exilio a causa de la dictadura franquista. Estas mujeres, junto al grupo que formaron de entre 30 y 50 personas, se encargaban de dar comida y medicinas a los presos y, gracias a sus informaciones sobre el régimen de Franco, se lograron impedir detenciones e incluso ejecuciones. Debido a su posición ideológica, la mayoría de ellas formaban parte de

Emakume Abertzale Batza, la asociación femenina del PNV, y sus lazos con presos, contaban con hermanos en la cárcel o en el caso de Delia con su marido, que fue encarcelado y posteriormente fusilado, eran las personas idóneas para el trabajo, que comenzaron en septiembre de 1937 tras la toma de Bizkaia por parte del bando sublevado y la rendición del Ejército vasco en Santoña (Cantabria). La vigilancia sobre ellas en las visitas a las cárceles era menor, puesto que se hacían pasar por mujeres que visitaban a sus familiares. Eso les permitió cierta libertad de movimiento y facilitó crear la red y poner en contacto a todos los participantes de la misma, entre los que habría incluso funcionarios de juzgados. Su labor consistía, además, en realizar actos solidario con los detenidos, pero también trasladaban en mensajes escondidos en cestas de comida información jurídico-militar y social de la España franquista sobre el estado de la frontera, instalaciones militares, búnkeres, posiciones del Ejército, o movimientos al Gobierno vasco, que luego sería trasladada también al Ejército francés. Otro nombre destacado es el de Carmen Brufau Civit Nacida en Lérida, en su juventud se hizo miembro del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), poco después, en Barcelona, ingreso en el NKVD para el que comenzó a trabajar en sus servicios de espionaje. Se trasladó a la Unión Soviética y se casó con Kurt Seifer, brigadista austriaco con el que tuvo un hijo, que falleció siendo aún un bebé. Posteriormente su marido murió en el frente y en 1942 se trasladó a Moscú junto a su hermana Conchita. En Moscú entabló amistad con más miembros españoles del espionaje ruso como las ya citadas Caridad Mercader o África de las Heras. En 1945 se trasladó a Nueva York donde estuvo un tiempo antes de exiliarse enMéxico donde llega como exiliada a Nuevo Laredo. En México se ocupó de reorganizar las redes del espionaje soviético con el grado de capitán del NKVD. En 1950 trabajaba como secretaria en el departamento del político mexicano Miguel Alemán, donde tenía acceso a documentos secretos gubernamentales. En 1955 fue detenida por la policía suiza acusada de realizar actividades de espionaje, fue llevada a Suiza para ser juzgada pero inmediatamente fue devuelta a México. Falleció en mayo de 1969.

El nombre de la actriz sueca Karin Lannby suele ser conocido por un turbulento affaire amoroso con Ingmar Bergman, pero es poco conocido que fue una espía de la República española, primero, y del gobierno de su país más tarde. Además de amar a Bergman enloqueció por García Lorca, después de acudir al estreno de Bodas de Sangre, Buñuel se enamoró perdidamente de ella. Avecindada en Francia en los años cincuenta del siglo pasado, cultivó la amistad de Cocteau, Malraux y Picasso. Lannby nació en Linköping (Suecia) en 1916 en el seno de una familia acomodada . Su padre era el delegado de la Metro Goldwyn Mayer y su madre era una persona vinculada a la aristocracia. Karin ingresó en el Partido Comunista a mediados de los años 30 cuando cursaba sus estudios universitarios en Estocolmo. Debido a su simpatía por el comunismo y sus vínculos con el Comintern, fue enviada al sur de Francia, en concreto a Bayona, para intentar infiltrarse en el bando nacional e informar sobre sus movimientos de tropas. Pero fracasó y fue detenida durante un corto periodo de tiempo. Cayó en desgracia, por lo que tuvo que volver a su país natal. En 1940, fue reclutada por el espionaje sueco. Operaba con el nombre clave de Anette y, al parecer, mantenía contactos con los nazis para intentar averiguar si tenían planes para invadir Suecia. También hay quien apunta que fue agente del NKVD soviético, pero no hay pruebas de ello.


ESPÍAS ILEGALES

En un plano más general, no hay que olvidar tampoco que la CIA ha estado involucrada en numerosas operaciones encubiertas a lo largo de su historia. Por ejemplo, la Operación Gladio que fue una iniciativa secreta de la OTAN, con la participación de la CIA, que estableció redes clandestinas en Europa Occidental durante la Guerra Fría para contrarrestar una posible invasión soviética. Estas redes, en algunos casos, estuvieron implicadas en actividades controvertidas, incluyendo ataques terroristas de bandera falsa. Estas redes estaban compuestas principalmente por hombres, muchos de ellos con antecedentes militares o vinculaciones con grupos de extrema derecha. Aunque no hay documentación específica que detalle la participación de mujeres en la Operación Gladio, es importante reconocer que, en el contexto de la posguerra europea, muchas mujeres participaron activamente en movimientos de resistencia y en actividades clandestinas.

Herramienta fundamental del espionaje en la Unión Soviética fue la de los espías ilegales, en los que se encuadran bastantes mujeres, nunca han dejado de ser parte de los servicios de espionaje de Moscú y de su guerra contra Occidente. Los kremlinólogos creen que el presidente ruso, Vladímir Putin, que fue espía con el KGB soviético y después jefe de su agencia heredera, el FSB, revitalizó el programa y siempre ha tenido un especial respeto por ese tipo de espías. El entrenamiento y la formación de un buen ilegal puede llevar hasta una década. Entre ellos figuraba la pareja formada por Elena Vavilova y Andrei Bezrukov, que durante años se habían ocultado tras la identidad de Tracey Ann Foley y Donald Heathfield, un aburrido matrimonio de Boston, en el que se basaría la exitosa serie The Americans. Los ilegales volvieron a cobrar gran importancia después de que, tras la invasión de Ucrania, en febrero de 2022, Occidente expulsó a cientos de diplomáticos rusos y dinamitó gran parte de la red de espionaje legal del Kremlin. Desde entonces, Rusia se ha dedicado a tratar de reconstruir ese entramado con nuevos agentes y a activar a los ilegales que había ido colocando sobre el terreno en las últimas décadas, a veces células durmientes o captadoras de información, a la espera de una misión más concreta. A la vez, los servicios de inteligencia occidentales, que tenían a algunos de ellos ya bajo el radar, se han dedicado a capturarlos.

La profesión de espía sigue existiendo en la actualidad en un mundo convulso y con enfrentamientos de todo tipo a nivel global. No hace muchos años, en 2007, se podía leer en la prensa la convocatoria del servicio Secreto del Reino Unido para el reclutamiento laboral de espías, con especial interés en contratar mujeres. En su sitio de Internet, la agencia del MI6, como se conoce popularmente al cuartel general de los agentes secretos, se dirigía directamente a la población femenina animándole a solicitar un puesto al "servicio de su majestad". Como James Bond, las futuras reclutas podrían participar de lleno en cada fase de una operación clandestina, rezaba la convocatoria. Eso sí, las espías no necesitarán hacer gala excesiva de su sensualidad o atractivo físico. "El Servicio no utiliza este tipo de técnicas", advertía el cuestionario guía para aspirantes. «Desde luego hay mucha acción, mucha aventura y es bastante interesante», explicaba una agente cuya identidad, por razones obvias, no se revelaba.

Tradicionalmente, el MI6 (espionaje internacional) y su homólogo en seguridad nacional, el MI5, reclutan a sus futuros agentes entre las últimas hornadas de licenciados. Pero dada la urgente necesidad de personal, ambos servicios han ampliado horizontes de forma que un título universitario ya no es imprescindible en las solicitudes de trabajo. Por otro lado, en la dirección de los espías británicos también consideran que la lucha contra el terrorismo sería más eficaz si se contara con más mujeres espías. También están los tópicos de las mujeres espías que suelen plagar las películas del género. Las mujeres de las películas de espías nunca eran sus mujeres de veras, las esposas de los espías nada sabían de la ocupación de sus maridos, aunque solían sospechar algo por sus extraños horarios, sus viajes imprevistos y alguna mancha de carmín en los cuellos de sus camisas, un aroma de perfume caro o un cabello rubio dejado en la solapa. Las mujeres espías eran sobre todo enigmáticas y también fumaban en largas y delgadas boquillas de ámbar. En cuanto aparecía en plano una de esas boquillas, los espectadores ya sabían de qué iba el asunto, la vampiresa de turno no se dejaría seducir por amor o por lujuria, sino a cambio de información reservada.


Esta información pertenece a uno de los capítulos de la novela La mujer que murió en el frío de la que es autor el periodista Ramón Triviño

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