Mastodon Punto y Aparte: Trump versus Hitler

domingo, 23 de febrero de 2025

Trump versus Hitler

 

RAMÓN TRIVIÑO


«Necesito el tipo de generales que tuvo Hitler», dicen que dijo Trump en la última campaña desarrollada de cara a las elecciones generales norteamericanas del pasado mes de octubre, unas palabras que recogió la revista ‘The Atlantic’ y que luego publicaría el diario El País el día 25 del mismo mes. Según El País también la candidata demócrata, Kamala Harris, señaló al respecto que «Es profundamente preocupante e increíblemente peligroso que Donald Trump invoque a Adolf Hitler». En esa misma información se añadía que la candidata demócrata había llamado “desquiciado” e “inestable” al actual presidente republicano, después de que antiguos altos cargos del republicano en su anterior mandato lo hubieran calificado de fascista.


Donald Trump y Adolf Hitler.


Soy consciente de que meterse en el charco de poner a Trump contra Hitler es adentrarse en el barro de la polémica aunque se tengan en cuenta sus diferentes contextos históricos. Pero si hablamos de similitudes, en términos de retórica populista, uso del nacionalismo y tácticas de movilización de masas, se pueden encontrar ciertos paralelismos. Ambos han utilizado discursos que apelan a las emociones, han señalado enemigos internos y externos para justificar sus políticas y se han apoyado en una legión de seguidores fieles hasta el infinito.

Sin embargo, hay diferencias. Hitler lideró un régimen totalitario basado en una ideología genocida, si bien antes había abolido la democracia liberal, que llevó a la Segunda Guerra Mundial y al Holocausto, mientras que Trump, aunque es acusado de socavar instituciones democráticas, de momento, opera dentro de un sistema democrático con contrapesos que teóricamente limitan su poder, a pesar de que cada día que pasa esos contrapoderes sean más escasos.

La comparativa entre Trump y Hitler viene a probar que los líderes autoritarios a menudo construyen una imagen de sí mismos como salvadores de la nación y se presentan como figuras indispensables para la estabilidad y el progreso, desalentando la crítica y la disidencia, al tiempo que la propaganda es la clave para modelar su percepción pública. Los regímenes autoritarios siempre se han basado en la censura de los medios, en atacar a periodistas y en difundir, a través de medios afines, información sesgada para reforzar su narrativa. En el siglo XXI las redes sociales han facilitado la manipulación de la información y la polarización política, algo que no existía en el siglo XX.

Un buen número de analistas señalan que las políticas y retóricas actuales de ciertos líderes estadounidenses están fomentando un "fascismo de nueva generación", el ejemplo más palpable es el multimillonario Elon Musk. Este fenómeno se caracteriza por la promoción de discursos neofascistas, racistas y xenófobos, amparados en una interpretación amplia de la libertad de expresión. Los recientes acontecimientos en Estados Unidos han generado alarma a nivel internacional. Líderes y organizaciones de derechos civiles temen que la normalización de símbolos y discursos extremistas pueda influir en la radicalización global y en el debilitamiento de las instituciones democráticas.

La Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), que se ha celebrado en el centro de convenciones National Harbor, en Maryland, ha generado una serie de controversias y debates en torno al resurgimiento de ideologías extremistas en Estados Unidos. Durante su intervención en la CPAC, Steve Bannon, exasesor de Donald Trump, realizó un gesto que ha sido interpretado por muchos como un saludo nazi. Este acto provocó una ola de críticas y llevó al líder del Reagrupamiento Nacional francés, Jordan Bardella, a cancelar su participación en el evento, calificando el gesto de Bannon como una "provocación inaceptable".

Por otra parte, el vicepresidente norteamericano, J.D. Vance, mostró su respaldo al partido neonazi alemán Alternativa para Alemania (AfD). Una postura que ha generado preocupación entre los líderes europeos y ha sido interpretada como un alejamiento de las políticas tradicionales de alianzas occidentales. Además, en la reciente Conferencia de Múnich, Estados Unidos anunció que dejará de ser el principal garante de la seguridad europea y ofreció concesiones a Rusia sin consultar a sus aliados europeos, lo que también ha generado desconcierto y preocupación en el viejo continente.

En definitiva, la CPAC no sólo ha servido como plataforma para el trumpismo y la ultraderecha estadounidense, sino que ha puesto en evidencia la creciente influencia de discursos que flirtean con el autoritarismo y el revisionismo histórico, lo que podría tener consecuencias en la política global y en la estabilidad de las democracias liberales. Conclusión, Trump no es Hitler, pero empiezan a parecerse.

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