Inmersos hasta las cejas en la larga precampaña electoral
que nos llevará, hay que echarle bemoles para resistir, hasta finales del mes
de mayo, percibimos que va en aumento la tensión política, mientras que asistimos
a la magna representación que se desarrolla en variopintos escenarios con una
sensación de intranquilidad por los inciertos resultados, casi impredecibles, a
los que pueden conducirnos los comicios que se van a celebrar, en los
diferentes ámbitos desde el 28-A al 26-M.
El temor a un triunfo del Trifachito, integrado por
Populares, Ciudadanos y VOX, está
motivando una inusitada movilización del conjunto de toda la izquierda, que
asiste atónita a la cascada de mentiras y propuestas inaceptables que se saca
de la manga cada día el popular Pablo Casado;
a la incongruencia de los postulados que ofrecen los acólitos de Albert Rivera, que han hecho bandera de
la frase que se atribuye a Groucho Marx
“estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”, junto a los
sonados silencios de Santiago Abascal
que parece agazapado pescando en las sombras del río revuelto de la derecha,
dejando caer de tarde en tarde por medio de intermediarios propuestas que dejan
helado a cualquier demócrata.
En paralelo la izquierda trata de hacer visible lo que está
en juego en los próximas citas electorales, que en definitiva no es, ni más ni
menos, todo un sistema de derechos y libertades, del que los ciudadanos se han
ido dotando a través de una lucha infinita y costosa, que debemos defender con
uñas y dientes, voto a voto, casa a casa, pueblo a pueblo.
En este sentido supone un aliento contemplar el último
episodio de la llamada revolución de las mujeres,
escenificado el pasado 8 de marzo, o el movimiento FridaysForFuture protagonizado por los jóvenes de todo el mundo que
reclaman medidas para parar el claro avance del desastre que supone el cambio
climático. Dos movimientos transversales que señalan con firmeza por dónde van
las inquietudes de los ciudadanos.
Una ciudadanía que en España
también asiste al más que preocupante deterioro que sufre el Estado de Bienestar y que acaba de
radiografiar la reciente encuesta de la Organización
de Consumidores y Usuarios (OCU)
y que revela que, nada más y nada menos, el 75 por ciento de las familias en España tiene dificultades para llegar
al fin de mes y poder afrontar sus gastos, mientras que en 8 de cada 10 hogares
no se consigue ahorrar ni un euro y apenas el 6 por ciento puede hacerlo de
forma sistemática y si ningún problema. Hay que destacar que el 10 por ciento
ya tiene complicaciones para poder acceder a los alimentos básicos.
Según los datos obtenidos por la OCU, el índice medio de solvencia en España se sitúa en un barómetro de 42,2 puntos sobre 100. Teniendo
en cuenta que los hogares que están por debajo del 32,5 están padeciendo
pobreza, hay que concluir que una de cada 10 familias viven en la pobreza.
Apenas un 6 por ciento reconoce en la encuesta que puede vivir de manera
holgada, es decir, que están por encima de los 53,3 puntos del barómetro y que
se pueden considerar como hogares más acomodados.
Los resultados
asociados a los costes económicos también son estudiados en el terreno de la
salud. Cerca del 30 por ciento de las familias tienen difícil o imposible
costearse un dentista y el 10 por ciento no puede acudir a una consulta médica.
Además, casi en dos de cada cinco hogares tampoco son capaces de afrontar los
gastos derivados de la compra de gafas, lentillas o audífonos.
También en este estudio, como en otros muchos, se pone de
relieve que los costes relativos a la vivienda son los que más preocupación
generan entre la población española. Un 17 por ciento tiene complicaciones a la
hora de pagar los suministros del hogar, como la luz o el agua. Mientras que el
pago de la hipoteca es un problema para el 14 por ciento de los ciudadanos. En
lo relativo a la alimentación, para una de cada diez familias es muy difícil
acudir al supermercado y comprar carne o pescado.
Disfrutar del ocio, una actividad imprescindible en una sociedad
moderna y democrática, tiene también importantes barreras económicas para una
parte considerable de los encuestados por la OCU. Uno de cada tres no tiene capacidad económica para acudir al
cine, al teatro o a algún espectáculo musical. Mientras que para el 20 por
ciento, comprar libros o vídeos es una misión imposible.
Datos más que preocupantes que deben invitar a la reflexión
para comprender la necesidad de la movilización ya que todo hijo de vecino debe
tener claro que la derechona y las élites que ejercen el poder de los de siempre van
a tratar de no soltar ni un milímetro de la cuerda. Dejando claro que la única
herramienta para la resolución de los problemas es la política. Aquí no existen
los milagros.
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